jueves, 3 de noviembre de 2011

A maricori, al Don Robert y al pueblo en general.


“Nos trajeron loros y bolas de algodón y lanzas y muchas otras cosas más que cambiaron por cuentas y cascabeles de halcón.  No tuvieron ningún inconveniente en darnos todo lo que poseían.  Eran de fuerte constitución, con cuerpos bien hechos y hermosos rasgos.  No llevan armas, ni las conocen.  Al enseñarles una espada, la cogieron por la hoja y se cortaron al no saber lo que era.  No tienen hierro.  Sus lanzas son de caña.  Serían unos criados magníficos.  Con cincuenta hombres los subyugaríamos a todos y con ellos haríamos lo que quisiéramos.”