Decían los antiguos romanos que
entre dos que pelean hay un tercero que ría. En ello, el concitador que es el
tercero que se alegra de los males que causa; se las ingenia hasta para pasar
inadvertido, actúa sobre seguro, manteniéndose la mayor de las veces oculto
para uno de los contrincantes, pidiéndole al otro la especial reserva de lo que
le dice o de lo que le advierte respecto del aquel o aquella, generando grande
crispación entre quienes mantenían una relación amistosa, fluida o por lo menos
cortés. No importa si la relación es incipiente o de larga trayectoria, el
concitador la truncará y reirá por su hazaña.