El mismo Aristóteles define al
ser humano como un animal político, entendiéndose como animal a todo organismo
que tiene como principal característica el movimiento, y la política es el
proceso por el cual el uso de la fuerza coercitiva es legitimado, siendo
proceso un conjunto de actividades o eventos (coordinados u organizados) que se
realizan o suceden (alternativa o simultáneamente) bajo ciertas circunstancias
con un fin determinado; y la fuerza coercitiva es la ejecución llevada a
término de la amenaza de violencia (física o no) con el objetivo de condicionar
el comportamiento del individuo o los individuos, podría llegar a la conclusión
de que al catalogar al ser humano como un animal político, estaríamos encasillándolo
en un ser, que tarde o temprano, utilizará la violencia como medio único y fin
último ante la imposibilidad de ser condicionado por digamos algo así como “LA
VERDAD”.